8 de septiembre de 2015

CARTA ENCÍCLICA DEL PAPA FRANCISCO SOBRE EL CUIDADO DE LA TIERRA (I)

Recordatorio a D. Juan Vicente Herrera, Presidente de la Junta de Castilla y León y muy cercano al Opus Dei.



El Papa Francisco le dice, a través de la Encíclica sobre el medio ambiente, que no autorice la mina de uranio, planta de tratamiento y almacenamiento de residuos radiactivos de primera categoría, de Retortillo - Villavieja de Yeltes.


La Tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano herido, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que "gime y sufre dolores. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el alimento y su agua nos vivifica y restaura.

La problemática ecológica, es una crisis "una consecuencia dramática" de la actividad descontrolada del ser humano: "Debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, (el ser humano) corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación.

Benedicto XVI invitó a "eliminar las causas estructurales de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente. 

Que los seres humanos desnuden la tierra de sus bosques naturales, o destruyan sus zonas húmedas, contaminen la aguas, el suelo, el aire. Todo eso es un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios.

Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen gratitud especial quienes luchan  con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental.

Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás.

El problema es que los objetivos de las empresas no se orientan al bien común y a un desarrollo humano, sostenible e integral. Es preocupante observar como se convierten en deterioro del mundo y de la calidad de vida de la humanidad.

La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, provocando millones de muertes prematuras. Se enferman por ejemplo, a causa de los depósitos de sustancias que contribuyen a la acidificación del suelo y del agua.

Hay que considerar también la contaminación producida por los residuos, incluyendo los desechos peligrosos altamente tóxicos y radiactivos que producen efectos irreversibles para la salud de las personas.

El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie interesa realmente se preservación. Pero el costo de los daños que se ocasionan por el descuido egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se puede obtener. Por eso, podemos ser testigos mudos de gravísimas inequidades cuando se pretende obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental. 



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