MANIFIESTO “ Por una Castilla y León energéticamente
sostenible”. Sin minas de uranio.
El 26 de abril de 1986 se cumplen 30 años del
accidente nuclear de Chernóbil (Ucrania). La explosión del reactor 4 liberó una
radiación equivalente a 500 bombas de Hiroshima y provocó una nube radiactiva
que recorrió toda Europa, causando la muerte directa de 31 personas, 400.000
desplazados y 8 millones de irradiados severos. Treinta años después, un radio
de 30 kilómetros en torno a la central sigue deshabitado, millones de personas
siguen viviendo en zonas contaminadas y el número de fallecidos sólo por el aumento
de cáncer y leucemia se ha estimado entre 9.000 (Organización Mundial de la
Salud) y 93.000 (Academia Rusa de Ciencias), siendo numerosas las malformaciones
congénitas, o los trastornos inmunitarios, cardiovasculares, neurológicos o
digestivos.
¿Es razonable la utilización de la energía nuclear
para producir electricidad cuando el mundo tiene a su alcance otras formas
menos arriesgadas?
Desde hace tiempo muchas personas y colectivos
pensamos que no puede realizarse actividades
potencialmente tan peligrosas, como la energía nuclear o el fracking, cuando
existen otras tecnologías posibles. Desde hace tiempo apostamos por no correr
esos riesgos cuando hay alternativas. Los accidentes nucleares y la degradación
del medio ambiente que, por desgracia, ya se han producido nos pueden servir
para aprender.
Se habla de fallos técnicos, humanos y de accidentes
de la naturaleza. Los primeros son más controlables pero nadie puede ofrecer
garantías definitivas. Los segundos tienen una estrecha relación con los
primeros. Sobre los fenómenos naturales apenas tenemos capacidad de incidencia.
Ya que la naturaleza es imprevisible, ¿no sería mejor evitar riesgos asociados
a la utilización de tecnologías y materiales con gran capacidad destructiva de
vidas y naturaleza? También en este tema las necesidades de las personas pasan
a segundo plano. No podemos olvidar que para algunos, para los más poderosos,
este asunto es puramente económico.
Ya tenemos los suficientes accidentes nucleares y
experiencias desagradables con la fractura hidráulica como para saber que no
merece la pena correr el riesgo. Tampoco nos parece que tengamos ninguna licencia
para dejar nuestros residuos radiactivos, con vidas activas y potencialmente
peligrosas de decenas de miles de años, a quienes nos sucedan en la Tierra. O arruinar comarcas enteras como la salmantina del Campo Charro con la
concesión de explotación de 2.517 hectáreas para la extracción y procesado de
mineral de uranio, entre los términos municipales de Retortillo y Villavieja de
Yeltes. El
reto de nuestro país y de todo el mundo es caminar de la forma más rápida
posible hacia escenarios energéticos basados principalmente en fuentes auténticamente
renovables, con un ahorro considerable y manteniendo e igualando nuestro
bienestar. En ese camino está la voluntad de quienes apoyamos este manifiesto.
A este reto convocamos a toda la sociedad.
En España, la central nuclear de Santa María de Garoña,
en Burgos, una central gemela de uno de los reactores accidentados en
Fukushima, con los mismos defectos técnicos por lo tanto, en su contención y en
su refrigeración, y cuya tecnología y sistemas de seguridad han quedado superados
y que permanece apagada desde enero de 2012, es fruto de la especulación del
lobby nuclear como estrategia para prolongar la vida útil de las centrales
nucleares activas que en los próxima década deben de ser cerradas al ir cumpliendo
cada una de ellas su vida útil.
La campaña del lobby nuclear ha conseguido abrir la
posibilidad de una nueva prórroga, con importantes apoyos políticos y mediáticos.
Si algo debemos aprender de las catástrofes de Chernóbil y Fukushima es que la
energía nuclear es ingobernable porque siempre podrá ocurrir un suceso
improbable (un fallo humano o de diseño, una catástrofe natural, un atentado…)
y porque las consecuencias de un accidente grave son sencillamente
devastadoras. Cada día que pase envejeciendo Garoña el riesgo aumenta, y ya no
podemos, no queremos, permitirnos otro Chernóbil.
Por ello, desde las organizaciones adheridas a este
manifiesto queremos recordar los accidentes de Chernóbil y Fukushima, pedir el
cierre inmediato y definitivo de la central de Garoña y el cierre paulatino de
las centrales nucleares al cumplir su vida útil, la derogación de todo permiso
para la extracción en la mina de uranio de Campo Charro y la práctica del fracking en nuestra comunidad,
así como el apoyo a las energías renovables y el autoconsumo con balance neto
como estrategia clave para construir una comunidad autónoma y sostenible.
NO MÁS CHERNÓBIL NI FUKUSHIMA
FRACKING NO
NO A LAS MINAS DE URANIO
GAROÑA CIERRE YA
23 de Abril de 2016 en Villalar de los Comuneros
Apoyan: Equo, Greenpeace, Plataforma contra el
fracking de Burgos, STOP URANIO Plataforma contra la mina de Uranio, Energética, Plataforma
por un Nuevo Modelo Energético.
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