Cuando tengan en sus manos éste escrito
podrán hacer dos cosas, tirarlo a la lumbre; ahora que el frío empieza a barruntar el
invierno desabrido o de lo contrario tomarse unos minutos para leer con algo de
calma una reflexión que a mi entender supone una inversión a muy largo plazo.
Son ustedes plenamente libres de hacer lo que les plazca. No estamos hablando
de dinero, ese que es capaz de perforar hasta los Santos que reposan en las
hornacinas o a la piedras si portasen maletines. No..., de eso no les quiero
hablar. Me asquea de manera superlativa.
Les quiero hablar de sentimientos
inmateriales, de connotaciones profundas, enraizadas en su personalidad a
través del tiempo. Vivieron y trabajaron en una tierra dura, áspera, donde la Naturaleza no les brindaba muchas
oportunidades. Sin embargo a base de tesón y aprendizaje obtuvieron los réditos
suficientes para sacarle a la tierra todo su potencial. Lo sacaron, pero lo
hicieron con profundo respeto y sensibilidad a sabiendas que la subsistencia y
el “pan” dependía de hacerlo con cariño para que la productividad se estirase
con equilibrio. Las cultivos se diversificaban y las tierras reposaban con
criterio para no asfixiarlas; el ganado se manejaba con maestría, comían los
mejores pastos sin agotarlos y en ocasiones las cabañas viajaban y hacían
turismo entre los invernaderos del Sur y los agostaderos del Norte. Pero eso,
ya queda como parte de su historia pasada, una historia que labraron a base de
mucho esfuerzo, sudor y también lagrimas. Pero no me quiero olvidar de lo más
crucial y además muy necesario
reafirmarlo en estos tiempos que corren: Fueron honrados, supieron gestionar
con mesura su escaso patrimonio y de propina, tuvieron la ilusión y la alegría
necesaria. Gracias por todo lo que nos legaron. Lo más terrible y desolador es que
aquello se está muriendo...
Ahora una nube negra y oscura se
cierne a lontananza. Se llama Berkeley.
Son unos tipos que nunca pisaron su Tierra, ni la de sus antepasados. No saben
lo que es una encina, pero quieren llevarse 25.000; no saben lo que es bañarse
en un caozo, pero quieren desangrarlo ; no saben lo que es contemplar a una
cigüeña negra en la ribera, pero quieren desahuciarla; no saben de la escarcha
limpia en los amaneceres, pero quieren tupirla de polvos mortales, no saben de
nada y quieren saberlo todo. Son tan sabios, que afirman que de la mierda que
nos van a dejar, un Edén aparecerá de inmediato. Pobre de El Bosco, si levantase la cabeza; no tendría más remedio que añadir
con sus pinceles unas manos a lo alto, donde los hombres y las mujeres,
desnudos y de rodillas pidieran clemencia para seguir disfrutando de su Jardín.
Cigüeña negra en arroyo Caganchas (Retortillo) |
Van a por todas, no lo duden; les colocan hasta juegos saludables, a sabiendas
que sus piernas no podrán recorrer jamás los caminos que pisaron siempre, les
traen del mar el marisco que nunca degustaron los más viejos y les prometen
trabajo delante del abismo. Ellos estarán lejos, habrán volado cuando todo esto
termine y se habrán llevado parte de su tierra y de su alma. Una parte de
ustedes, un trocito de sus vísceras se lo habrán cedido sin haberse preguntado
si lo merecían.
Si no decidieron tirar mi escrito,
salgan a la calle, suban todos y todas en procesión al promontorio más alto de
su comarca y contemplen el espectáculo. Solamente tienen que mirar y respirar.
Si pudieran, sus antepasados, las aves y los árboles se lo agradecerán con el
alma.
Nos destruirán esto.
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