24 de noviembre de 2015

NO SABEN NADA... Y QUIEREN SABERLO TODO

Cuando tengan en sus manos éste escrito podrán hacer dos cosas, tirarlo a la lumbre;  ahora que el frío empieza a barruntar el invierno desabrido o de lo contrario tomarse unos minutos para leer con algo de calma una reflexión que a mi entender supone una inversión a muy largo plazo. Son ustedes plenamente libres de hacer lo que les plazca. No estamos hablando de dinero, ese que es capaz de perforar hasta los Santos que reposan en las hornacinas o a la piedras si portasen maletines. No..., de eso no les quiero hablar. Me asquea de manera superlativa.

Les quiero hablar de sentimientos inmateriales, de connotaciones profundas, enraizadas en su personalidad a través del tiempo. Vivieron y trabajaron en una tierra dura, áspera,  donde la Naturaleza no les brindaba muchas oportunidades. Sin embargo a base de tesón y aprendizaje obtuvieron los réditos suficientes para sacarle a la tierra todo su potencial. Lo sacaron, pero lo hicieron con profundo respeto y sensibilidad a sabiendas que la subsistencia y el “pan” dependía de hacerlo con cariño para que la productividad se estirase con equilibrio. Las cultivos se diversificaban y las tierras reposaban con criterio para no asfixiarlas; el ganado se manejaba con maestría, comían los mejores pastos sin agotarlos y en ocasiones las cabañas viajaban y hacían turismo entre los invernaderos del Sur y los agostaderos del Norte. Pero eso, ya queda como parte de su historia pasada, una historia que labraron a base de mucho esfuerzo, sudor y también lagrimas. Pero no me quiero olvidar de lo más crucial y además muy  necesario reafirmarlo en estos tiempos que corren: Fueron honrados, supieron gestionar con mesura su escaso patrimonio y de propina, tuvieron la ilusión y la alegría necesaria. Gracias por todo lo que nos legaron. Lo más terrible y desolador es que aquello se está muriendo...

Ahora una nube negra y oscura se cierne a lontananza. Se llama Berkeley. Son unos tipos que nunca pisaron su Tierra, ni la de sus antepasados. No saben lo que es una encina, pero quieren llevarse 25.000; no saben lo que es bañarse en un caozo, pero quieren desangrarlo ; no saben lo que es contemplar a una cigüeña negra en la ribera, pero quieren desahuciarla; no saben de la escarcha limpia en los amaneceres, pero quieren tupirla de polvos mortales, no saben de nada y quieren saberlo todo. Son tan sabios, que afirman que de la mierda que nos van a dejar, un Edén aparecerá de inmediato. Pobre de El Bosco, si levantase la cabeza; no tendría más remedio que añadir con sus pinceles unas manos a lo alto, donde los hombres y las mujeres, desnudos y de rodillas pidieran clemencia para seguir disfrutando de su Jardín.
Cigüeña negra en arroyo Caganchas (Retortillo)

Van a por todas, no lo duden;  les colocan hasta juegos saludables, a sabiendas que sus piernas no podrán recorrer jamás los caminos que pisaron siempre, les traen del mar el marisco que nunca degustaron los más viejos y les prometen trabajo delante del abismo. Ellos estarán lejos, habrán volado cuando todo esto termine y se habrán llevado parte de su tierra y de su alma. Una parte de ustedes, un trocito de sus vísceras se lo habrán cedido sin haberse preguntado si lo merecían.


Si no decidieron tirar mi escrito, salgan a la calle, suban todos y todas en procesión al promontorio más alto de su comarca y contemplen el espectáculo. Solamente tienen que mirar y respirar. Si pudieran, sus antepasados, las aves y los árboles se lo agradecerán con el alma.


 Nos destruirán esto.

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