Obispo de Ciudad Rodrigo
Faltan verdaderos periodistas-especialistas en información religiosa, y faltan personalidades “libres” para un tratamiento de lo religioso adecuado (…) Internet, con sus enormes posibilidades y variedades, es el instrumento de hoy para la información religiosa”. Eso dice don Raúl Berzosa sobre los medios de comunicación y la Iglesia, y eso es lo que animó al equipo que forma Infovaticana a llevarlo a cabo.
Le preguntaron a Don Raúl Berzosa en una entrevista a quién admiraba más en el mundo, y respondió que a su hermana María José, o mejor dicho Sor Verónica, la fundadora de la congregación religiosa Iesu Communio de La Aguilera (Burgos), célebre por el abrazo que le dio a Benedicto XVI: “El ejemplo de mi hermana es un milagro. No sólo de lo que Dios es capaz de hacer en una persona, sino en una comunidad.”
Nacido en Aranda de Duero (Burgos) el 22 de Noviembre de 1957, hijo de un profesor de música que trabajaba como industrial, es el mayor de cinco hermanos. Ramón, empresario hostelero. Fernando, propietario de emisoras de radio, Jesús, médico, y María José de la que ya hemos hablado.
Su vocación no tardó en llegar, como delatan sus propias palabras: “De pequeño, con nueve años, quería ser artista de cine y músico. Sin embargo, un día, un fraile claretiano nos dijo, durante una excursión, que se necesitaban misioneros para Latinoamérica y le respondí que no. Entonces me preguntó si yo era monaguillo y comulgaba todos los días. Al decirle que sí, me propuso que le preguntase a Jesús si yo debía ser misionero. Lo hice, con la voz bajita, y sin querer escuchar nada. Pero mi corazón me llevó a pensar que podía ser cura. Y me fui al seminario antes de cumplir los diez años.”
Precisamente, sobre la vocación, afirma don Raúl que “llega a unos de repente, como un enamoramiento. Pero a la mayoría –y ahí me incluyo- le viene a través de otras personas. Si ese cura no me hubiera provocado, probablemente no la hubiera descubierto.”. De todos modos, sigue don Raúl, “hay que ser fiel a ella y superar las dificultades. El tiempo en el seminario nunca es fácil. En la adolescencia tuve una crisis fuerte, como cualquier adolescente, incluso preguntándome si Dios existía en verdad. Pero a los quince años Él se me hizo patente, en forma deDios- amor, tal y como se lee en las cartas de San Juan.”
Realizó los estudios medios y eclesiásticos en el Seminario Menor de Burgos (1968-1974) y, los estudios superiores, en la la Facultad de Teología del Norte de España (sede de Burgos) (1974-1982), donde obtuvo el Doctorado en Teología Dogmática (1984). En estos años fue alumno destacado.
Recuerda con cariño sus años del seminario: “En cuanto a lo humano, los más completos de todos. No quise ser un seminarista de cristal, metido en una burbuja. Desde que tenía quince años me dejaron participar de los grupos juveniles de la gente de mi edad. Con lo cual viví los mismos problemas que vivían la gente de mi edad…”.
Guarda los recuerdos de un seminarista de los años de la transición española: “participé en cosas increíbles, incluso, vistas hoy, contradictorias. Desde hacer teatro en Aranda con gente que estaba dentro de los círculos anarquistas hasta tratar con gente muy conservadora… Fui seminarista, pero también un joven más. Eso sí, siendo c consciente de una diferencia: mi responsabilidad y coherencia con lo que era. El Señor me ayudó”.
Recuerda con pena don Raúl que de los ciento cuarenta que empezaron en el seminario sólo cinco se ordenaron sacerdotes. Fue ordenado sacerdote el 8 de noviembre de 1982, en Valencia, por Su Santidad Juan Pablo II, quedando incardinado en la archidiócesis de Burgos.
Apasionado por Dios: “Siempre les digo a los científicos que hay que vivir la vida con pasión. Pero que más fuerte que la pasión erótica es la política. Y más fuerte que ésta es la científica. Y todavía más fuerte es la artística. Y al final está la más poderosa de todas, es la pasión mística, la búsquedas sincera de Dios.” después , como Vicario a la parroquia de Medina de Pomar (Burgos). De ahí se le nombró párroco de Pampliega, Villazopeque, Palazuelos de Muñó, Barrio de Muñó y Belbimbre (Burgos). En esos pueblos estuvo hasta 1984, en que fue enviado a Roma.
Pasó tres años en Roma, donde realizó los cursos de Licenciatura en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino en Roma, los cursos de Derecho Internacional y Diplomático en la Pontificia Academia Eclesiástica de Roma, cursos de Antropología en el Teresianum de Roma y de Periodismo en el Instituto Lazio de Roma: “Fui un privilegiado. Fueron años extraordinarios. Allí, por ejemplo, descubrí la catolicidad de la iglesia y que, cuanta más alta es la jerarquía de la Iglesia,por lo general, más sana resulta en sus comportamientos”.
Al descubrir que su “subvocación” no era tanto la curial-administrativa como la pastoral-docente, pidió volver a Burgos. Al regresar, en 1987, fue nombrado profesor de la Facultad de Teología y, más tarde, Delegado Diocesano de Medios de Comunicación, Director de la revista diocesana “Sembrar” y Director de los programas diocesanos de Radio COPE, además de Director del Instituto de Teología para Laicos y del Instituto de Teología a Distancia. De esa época de relaciones con los medios, tal vez le quedó el preparar las homilías con la biblia y el periódico, a la vez. Con lenguaje sencillo y directo, y tratando de ser breve.
Compaginó la docencia en Burgos y Vitoria con sus tareas como párroco. Por ejemplo, en Arcos de la Llana y anejos y en Sotresgudo y anejos.
En 1994 fue nombrado Pro-Vicario General y Vicario de Pastoral de la archidiócesis de Burgos, así como Secretario de los Obispos de las diócesis de Castilla y León, cargo que desempeñó hasta 2005. En dicho año, 2005,fue nombrado por el papa Juan Pablo II Obispo auxiliar de Oviedo y titular de Arcavica, el 22 de marzo de 2005, recibiendo la ordenación episcopal de manos de Carlos Osoro el día 8 de mayo.
Eligió como lema episcopal: “La Gloria de Dios es que el hombre viva, frase de San Ireneo, del que es admirador y estudioso. Como obispo auxiliar, lo que más tiempo le llevó fue la atención a los sacerdotes ancianos y enfermos, así como las Visitas Pastorales a diversas zonas de la Diócesis. Fueron esos mismos curas ovetenses los que le regalaron un pectoral de la palta con la cruz de la victoria. Lo envió a Roma, para que se le dieran a un obispo más necesitado; más tarde, Benedicto XVI, como a todos los obispos de su hornada les regalo un pectoral. El que suele llevar es un regalo que Pablo VI hizo en Filipinas a los obispos, en el año 1970.
Tras el traslado de D. Carlos Osoro Sierra a Valencia, el 20 de abril de 2009, fue elegido Administrador Diocesano de la Archidiócesis de Oviedo en Sede Vacante, cargo que desempeñó hasta el 30 de enero de 2010, fecha de la toma de posesión de D. Jesús Sanz Montes como Arzobispo de Oviedo.
De su época de Asturias, recuerda con especial afecto a un sacerdote mayor, D. Fermín, que le acompañó y le hizo casi de chófer. A D. Raúl no le gusta mucho conducir.
El 2 de febrero de 2011 fue nombrado por el papa Benedicto XVI obispo de Ciudad Rodrigo, la diócesis más pequeña de España (no llega a 35.000 habitantes), y una de las más envejecidas. “La gran ventaja es que en una diócesis tan pequeña se puede llegar a ser como el párroco mayor y pastoral de todos. Al final, acabaré conociendo a la gente casi por su nombre y apellidos.”
De hecho es así: “una Diócesis pequeña da mucha cercanía. La gente te para y te cuenta anécdotas. Me gusta ir yo mismo a comprar al supermercado o a tomar un café al bar… Se me ve como a un ciudadano más, accesible. Aunque no se olvida que soy el obispo.”
En la Conferencia Episcopal Española, Pertenece a las Comisiones Episcopales de Medios de Comunicación Social y a la Junta de Asuntos Jurídicos. Desde el año 2011 imparte clases de Teología y Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Salamanca. Es autor de más de cincuenta libros. Además colabora en varias revistas de investigación, divulgación y cultura religiosa.
Antes de llegar el Papa Francisco, él ya hablaba de salir a las periferias: “No podemos conformarnos sólo con la gente que nos viene, a la que queremos y mantenemos. También hay que salir a la calle, a la pastoral de la zapatilla, aunque sea un método más lento”.
Considera que la sociedad no valora suficientemente el esfuerzo de la Iglesia por los problemas sociales: “Nunca ha sido valorada ni lo es en estos momentos. Más aún: muchas veces es cuestionada, ignorada e incluso atacada desde posturas ideológicas o de praxis divergentes. Ya es clásico el debate entre “justicia y caridad”, como si la Iglesia sólo hiciese “caridad” (en sentido asistencialista) y ciertos grupos sociales reivindicaran “la justicia” (lo promocional). Como se puede deducir, es una percepción deformada de la pastoral caritativa de la iglesia que abarca las dos dimensiones inseparablemente: lo asistencial y lo promocional (“dar peces y enseñar a pescar”).”
Sobre la relación entre fe y razón, afirma: “Sigo el principio de Einstein que dice que «la ciencia, sin la fe, está ciega, pero la religión, sin la ciencia, está coja y ciega». Cuando el científico y el teólogo son verdaderos, los prejuicios se rompen. Ambos reflexionan sobre la realidad. Y al final los puntos de encuentro son muy bonitos y fecundos, con realidades maravillosas que compartimos. Con una paradojas: si los inquisidores de antes fueron algunos sectores de Iglesia, hoy los inquisidores son muchos científicos que no quieren oír hablar absolutamente de nada que escape a su campo, aquello que no es controlable por ellos.”
D. Raúl en la iglesia de Boada donde Confirmó a 16 jóvenes.
Sobre las diferencias entre Juan Pablo II y Benedicto XVI, respondía en una entrevista con estas palabras: “A Juan Pablo II siempre lo he percibido como el Papa de los gestos. No en vano fue actor. En cambio, Benedicto XVI es el Papa de la palabra, de la sabiduría elegante. Y ambos han sido acogidos por millones de personas… Ante Juan Pablo II te hallabas delante de una personalidad que te arrollaba, de un gigante, incluso hasta físicamente. Y Cuando estabas delante de Benedicto XVI, te encuentrabas frente a una persona delicada, con una sutileza y una inteligencia enormes.Es un hombre habituado a observar, a analizar, y a dar respuestas. Sabe que todo en la vida hay que asumirlo, para después purificarlo y elevarlo. Como Miguel Ángel, él veía la escultura encerrada en el bloque de mármol y no sólo la mole de piedra.”
En cambio, los gestos del Papa Francisco le resultan “sorprendentes y muy positivos. Le parece que “el Papa Francisco está siendo como un espejo o despertador de conciencias”.
Muy puntual en todas sus citas, don Raúl, suele viajar en Bus o en tren cuando son trayectos largos. Es “Futbolero”: del Elche, de niño; del Burgos, de joven; y hoy del Real Madrid), don Raúl participó como “tifoso” en un programa de televisión en “Tele-Lazio” en sus tiempos de estudiante de periodismo en Roma.
Su día a día es el de un sacerdote normal: A las seis y media de la mañana se levanta; suele rezar no de cualquier forma, sino que «hay que rezar con tiempo». Después dedica un rato a la lectura y a la escritura. Sobre las nueve de la mañana comienza ya su jornada de encuentros con la gente, siendo cada día diverso en actividades.
Sencillo en el trato, nada exquisito en el comer y con sentido del humor. Narraba en una entrevista que la gente de Ciudad Rodrigo le para por la calle hasta para contarle chistes, “que aumentan mi repertorio”).
Su madre, Carmen Martínez, ha vivido con él durante los últimos años, incluso en la diócesis de Ciudad Rodrigo, hasta su fallecimiento en Marzo del año 2012.
Como una especie de testamento episcopal, suele repetir que, en la vida cristiana hay que caminar con una especie de brújula bien orientada: el Norte, el amor apasionado y total a Jesucristo; el Sur, la eclesialidad fiel y afectiva; el Este, la formación contínua y la oración, porque no basta con saber cosas de Dios, además, hay que tener experiencia de Él; y el Oeste, el compromiso cristiano público.
Y, preguntado sobre su trayectoria existencial, repite lo que en la India se enseña: “La vida tiene cuatro momentos: el primero, para aprender; el segundo, para enseñar lo aprendido; el tercero, para descubrir lo que nadie te enseñó y no pudiste enseñar; y, el cuarto, para vivir como mendigo: cada día, dando gracias a Dios por la vida y diciéndole “lo que Tú quieras, como Tú quieras, donde Tú quieras”.
D. Raúl en la Iglesia de Retortillo
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