14 de febrero de 2014

EL ENGAÑO DE LA MINERÍA RESPONSABLE. ¡NO A LA MINA DE URANIO!

Cuando se trata de vender la idea de que la minería a gran escala no causará mayores impactos ambientales y sociales, los empresarios mineros y el Gobierno recurren a los mitos de la "minería responsable".
 

Tanto las empresas como nuestros gobiernos invierten millones de euros en vídeos, spots televisivos, publicidad impresa, foros, entre otros, para promover esta visión de la "minería responsable". A esta se asocian los imperativos del "progreso" y del "desarrollo", cuyas aplicaciones han hecho tanto daño a los pueblos del Sur global, particularmente en América Latina, y que ahora quieren aplicarnos al oeste de Salamanca.

A esta creencia ingenua, basta oponer la historia reciente de la megaminería en el mundo, que demuestra hasta la saciedad cuáles son sus enormes y nocivas huellas. Una amplia documentación que circula a nivel internacional evidencia los múltiples impactos sociales, ambientales, económicos y políticos que provocan las grandes empresas mineras: contaminaciones crónicas y accidentales de las aguas, del suelo y aire; destrucción irreversible del paisaje; afectaciones graves a la salud pública; pérdida de soberanía alimentaria; destrucción de economías basadas en actividades productivas sustentables, etc.
 
 
 
La minería a cielo abierto, como la que se quiere implantar en Retortillo y Villavieja de Yeltes, supone la excavación de un tajo de más de cien de metros de profundidad y varios kilómetros de largo. Esta intervención destruye de forma permanente la capa vegetal, no solamente del área de la mina en sí, sino también de miles de hectáreas alrededor, las cuales serán utilizadas como escombreras de desechos sólidos contaminantes, piscinas de relave y para otras instalaciones sin las cuales las minas no pudieran funcionar. El simple hecho de traer rocas que contienen metales pesados desde el subsuelo hasta la superficie donde están expuestas al aire y las aguas de lluvia, desencadena procesos de contaminación ambiental que perduran siglos. Hay evidencias, por ejemplo, de minas operadas en el tiempo del imperio romano que siguen contaminando fuentes de agua.
 
La explotación minera industrial moderna implica la extracción masiva -y en un tiempo muy corto-, de la mayor cantidad posible de recursos minerales; recursos que se han formado en procesos de muy larga duración, a escalas tectónicas. En la actualidad, los sitios de alta concentración mineral se van agotando, sin embargo, los elevados precios del mercado mundial permiten que la explotación minera sea rentable aún en los yacimientos en donde el mineral es escaso, como por ejemplo el nuestro. Para hacer producir estos yacimientos, es necesario aplicar una minería industrial de gran escala, con uso masivo de químicos a veces sumamente tóxicos, el consumo abundante de agua y la acumulación de grandes cantidades de desechos.
 
 
En síntesis, ¿es posible creer en una minería bien hecha y responsable, que no ocasione severos impactos ambientales y sociales y que, además, se constituya en la senda para el Buen Vivir?
 
Por supuesto que no. La realidad contradice esta afirmación, que no pasa de ser una burda manipulación.
 
 

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