Querido pueblo de Boada, y amigos. Quiero en primer lugar, aunque suene a tópico, agradecer a la Corporación municipal, a nuestro Alcalde, el inmerecido honor que ha supuesto para mí compartir con vosotros un momento tan señalado: el de pregonar las Fiestas locales.
Un pregón es un
anuncio de lo que se ha programado, de lo que va a suceder, a un grupo de
personas reunidas. Pero antes de
entrar en materia, tal vez sea conveniente recordar otras veces en las que la
gente de Boada se reunió para otras celebraciones.
Una de estas
celebraciones debió de producirse para despedir a una vecina de Boada de
tiempos antiguos, que vivió en la dehesa de Porciones. Se llamaba Mentina; era
hija de Ambino. Sus nombres no eran romanos sino hispanos; en Traguntía vivió
otra mujer también llamada Mentina, por lo que era un nombre corriente en
aquella época. Aunque hispana, la inscripción de su estela fúnebre seguía una
tradición típicamente romana: “sit tibi terra levis”, séate la tierra ligera.
Se murió con diez años; ante una tragedia como esa, los vecinos se debieron
reunir con los padres para llorar la pérdida.
Pero la reunión más
importante de nuestra historia debió suceder allá por el siglo XII. Durante la
Repoblación medieval vinieron gentes del norte que tuvieron que dar un nombre a
la aldea que crearon. Tal vez entonces decidieron llamarla con el latinajo
“bovata”, que significa “terreno para pastar el ganado vacuno”, y de ahí Boada.
Pero tal vez estas gentes del norte procedieran de otros lugares de Palencia o
Burgos también llamados Boada, y decidieron dar el nombre de su lugar de
procedencia a la nueva aldea que fundaron. En cualquier caso, establecieron un
parentesco nominativo, conscientemente o no, con otros Boadas y Boadillas que
encontramos también en Madrid e, incluso, en Cataluña a través de la forma
“Boadella”. Y una de las primeras decisiones que debieron tomar fue decidir
cuándo celebrar las fiestas, algo que no ha cambiando a lo largo del tiempo. No
sabemos cómo eran las fiestas en los tiempos más antiguos, pero sí sabemos cómo
fueron las de 1930 porque un periodista lo escribió en un periódico. Así
sabemos que el primer día (el día 15 de junio) hubo cohetes y pasacalles con
una banda contratada, antes de la misa y procesión. Por la tarde, partidos de
pelota, baile en Las Eras y teatro. Al
día siguiente (día 16 de junio), hubo partidos de pelota, carreras de
bicicletas, baile en Las Eras y por la noche cohetes para despedir las fiestas.
Como vemos, no eran tan diferentes a las de ahora, pues las necesidades los
gustos de las personas no han cambiado tanto.
Es el momento de
compartir con nuestros mayores y jóvenes, con todos los vecinos y forasteros,
el placer de unos días festivos ganados con el pulso de esa laboriosidad que
honra a Boada.
Durante dieciséis años
he compartido con vosotros las fiestas, las tradiciones, y las costumbres, así como diversos actos que a lo largo del año
se celebran.
Permitidme deciros,
tan sólo, que continuéis con vuestro camino de progreso, con vuestra ansia de
prosperidad, pero sin ignorar vuestras raíces. Las mismas que se hunden en los
campos y que han forjado, al igual que las de vuestras vidas, vuestra propia
manera de ser, tan noble y firme como el ganado que pasta por estas tierras.
Hoy en día que todo
se globaliza, en que ser ciudadano anónimo del mundo prevalece sobre otros
conceptos, en que viajar y conocer los rincones del planeta capta el interés de
las personas, … hoy en día …. Tiene más sentido aún tener un rincón emotivo y
geográfico, donde refugiarse para cargar pilas, para encontrarnos con nosotros
mismos, para ver más clara la
trayectoria y el sentido de nuestra vida. Para muchos de vosotros ese refugio
es Boada, Combinar la tradición con la
modernidad es la más sabia aspiración que puede anhelar el hombre. No os dejéis
llevar por el ritmo frenético que deshumaniza. Regresad, de cuando en cuando, a
la placidez de un pasado que tuvo cosas buenas y perpetuadlas en vuestros
descendientes.
Recuperad el talante afectuoso y sabio del que
hicieron gala hombres de este pueblo, en esencia, intentar dar vida a esta
“España vaciada”, volved a la tranquilidad del paseo hacia donde estaban situados esos parajes, donde tantas parejas se
conocieron en el camino y tal vez, un día se enamoraron. Reinventad el ir al pozo
de beber para poder convivir, comer y beber.
Sé que este deseo no
es mucho pedir para la firmeza de este pueblo. Y ello es así porque el evento
que hoy nos convoca no es otra cosa que una lúdica síntesis de tradición y
modernidad. La misma que en el duro trabajo cotidiano os singulariza respecto a
vuestro entorno.
Son nuestros
trabajadores del campo; jornaleros en lo ajeno, agricultores y ganaderos en lo
propio, quienes forman esa primera columna que nos sostiene. Que como decía mi
suegro, obrero en esta localidad, gente de corazón noble, de espíritu tenaz, labrados
a golpes de una fatiga que se tiene, pero que no se dice. Gente que se crece en
el dolor y que aprendió y enseña con la broma y el ejemplo. Unos afilaron sus hoces en las mieses de estos
campos en épocas más duras que la actual y otros afilan las cuchillas de los
arados y rejas que ponemos en nuestros tractores y casas hoy en día. Otros,
aunque jóvenes, mantienen vivos la tradición y el deseo de trabajar las tierras
familiares; ellos tendrán que apostar por la calidad de nuestros productos a
costa de la cantidad, ellos tendrán que asociarse para reducir costes y ser más
competitivos, ellos tendrán que hacer un esfuerzo de creatividad e imaginación
en la búsqueda de nuevos mercados, si quieren ganarle el pulso a un futuro que
se presenta incierto. Podrá faltarles el apoyo de gobernantes preocupados de
otros temas, pero no de un pueblo como Boada que no olvida quién lo sostiene y quién lo
alimenta.
Esta tarde, Boada,
está ya de fiesta y nosotros, cuando finalice este acto, vamos a salir a su
encuentro a compartirla con todos, con una copa, con un saludo, con una
sonrisa, con un deseo de felicidad.
Estos días, al
menos, seamos dichosos, porque tenemos la suerte de ser o vivir en un lugar de
buenas gentes, lleno de luz y color, de tener
horizontes planos, rodeado de cerros de robles y encinas y que se llama Boada.
Que el mejor pregón es el silencio, y que el silencio es tan
nuestro como el aire. Silencio que ha de romperse es mejor que lo haga el
bullicio de nuestras fiestas. Por eso,
he de callarme.
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